Por qué el polo de Fred Perry cuesta lo que cuesta
15/09/2020
La historia no siempre es grata con los iconos de nuestro tiempo. Incluso aunque los tengamos enfrente de nuestras narices. Si no, que se lo digan a Fred Perry. Saltarse las normas de lo establecido ha sido siempre signo de rechazo y reconocimiento a toro pasao, cuando ya hay poco que hacer. Nos explicamos.
Posiblemente el nombre de Fred Perry te suene más al de una marca que al de una persona, pero lo cierto es que mucho antes perteneció al considerado como uno de los mejores deportistas de la historia y el mejor jugador de tenis británico de todos los tiempos. Empezó con el ping-pong y, a los 19 años, tras convertirse en campeón mundial, la ambición se le quedó pequeña, así que saltó al mundo del tenis. Con 26, fue el primer tenista del mundo en alzarse con los cuatro títulos individuales de Grand Slam al conseguir con la victoria en el Open Francés de 1935.
Fue el número uno del mundo durante cinco años en la década de 1930, ganó el Campeonato de Wimbledon tres años consecutivos (entre 1934 y 1936) y lideró al equipo de Reino Unido a lo largo de sus cuatro gloriosas victorias consecutivas de la Copa Davis (de 1933 a 1936). Y aun así, nunca obtuvo el reconocimiento de las autoridades del tenis, porque la Federación Internacional de Tenis de Césped ignoraba a los campeones aficionados que luego se convirtieron en profesionales, como lo era Perry; aunque lo cierto es que sobre él siempre voló una doblez clasista al venir de una familia humilde en la que el padre era tejedor de algodón, un escenario muy diferente al de las familias de clase alta que predominaban en el mundo del tenis. Tanto es así que, cuenta la leyenda, que en 1936 el tenista se registró como profesional y se mudó a EE.UU., donde obtuvo la ciudadanía estadounidense en 1938.
Pero ¿cómo llegó Fred Perry a convertir sus polos en el emblema de la cultura británica que son hoy? En 1940, conoció a Tibby Wegner, un futbolista australiano que había creado un dispositivo antitranspirante para llevar en la muñeca. Perry le hizo un par de cambios y así nació la primera muñequera de rizo para evitar el sudor. Tras el éxito, ambos se embarcaron en la creación de su propio polo deportivo: blanco, de piqué de algodón y con la famosa corona de laurel de la victoria en el pecho. Lo bautizaron como M3 y lo presentaron en Wimbledon en 1952. Por la fama de Perry, fue un éxito inmediato.
Se los regalaron a los cámaras y comentaristas de la BBC y los hicieron en diferentes colores para los jugadores de ping-pong (deporte en el que el blanco no estaba permitido). Pronto, la estrategia de marketing hizo que sus laureles se asociaran con los mejores campeonatos del mundo. Sin embargo, la versión del polo que ha trascendido es la M12, la que incorpora dos rayas de color en el cuello.
Después de que se presentara el M3, un cliente de la tienda deportiva Lillywhites pidió personalizar su polo blanco de Fred Perry con los colores de su equipo de fútbol. El equipo era el West Ham United Football Club, el resultado fue el primer polo en llevar el icónico “twin tipping” –o doble rayita– y la prenda resultante, el M12, la primera pieza que trascendió del deporte a la calle. Por tanto, podemos considerar el polo de Fred Perry como el germen del streetwear.
La historia de lucha, ruptura con lo establecido y triunfo de Fred Perry inspiró a las rebeldes generaciones de posguerra que, en los años 50, exigían un cambio. Así, el polo con los laureles bordados se convirtió en el uniforme de las subculturas más subversivas del siglo XX, como el movimiento mod, el punk, los skinheads o el BritPop, entre otras; especialmente el modelo en color negro con el twin tipping en color champagne adquirió una importante popularidad.
Hasta que el movimiento gótico irrumpió como subcultura en los años 80, era muy complicado encontrar polos negros. Sin embargo, cuando Fred Perry produjo polos de colores para los jugadores de ping-pong a finales de los años 50, introdujo el M12 negro / champán / champán, una combinación poco habitual y que, vista con perspectiva, suponía una absoluta reivindicación: el negro era el color opuesto al blanco que se exigía en las competiciones de tenis, la oveja negra que era Perry en aquel mundo a pesar de los laureles. Por eso, años después y dada la dificultad para encontrarlo, el polo de Fred Perry más oscuro de todos y ribeteado con el brillo del triunfo se convirtió en el símbolo de culto por excelencia de las generaciones más jóvenes, en contraposición a los colores más claros que utilizaban los privilegiados niños preppies que cumplían con la norma.
Hoy, convertido en un básico del armario y en un emblema de la cultura británica –y a pesar de que la empresa familiar pasó a manos de la compañía japonesa Hit Union en 1995–, el polo de Fred Perry se sigue confeccionando en Inglaterra para asegurar el legado de su creador y bajo los estándares actuales de la Better Cotton Initiative, la organización sin ánimo de lucro que ha sentado las medidas mundiales para la producción y consumo de un algodón mejor y más responsable, desde los agricultores hasta los minoristas.
Un icono que se han atrevido a redibujar diferentes referentes como Raf Simons, Amy Winehouse, Art Comes First, Commes Des Garçons o Margaret Howell.